domingo, 21 de febrero de 2016

Nacionalismo, obrerismo e internacionalismo ¿Tienen los obreros patria?

 
¿Tienen los obreros patria? Evidentemente sí, porque todo obrero es un ser humano, y como ser humano ha sido socializado en un marco cultural y antropológico
1. Cultura obrera, cultura burguesa.
El diálogo entre el ser social y la conciencia social va en ambos sentidos. La conciencia, bajo la forma que sea -como cultura no consciente, como mito, como ciencia, como ley o como ideología articulada- ejerce a su vez una acción retroactiva sobre el ser: del mismo modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido.
E. P. Thompson: Miseria de la Teoría (1978)


Durante una gran parte de la historia del movimiento obrero, éste ha tenido una visión de la lucha de clases entre capital y trabajo meramente economicista. Se entendía que el enfrentamiento entre obreros y capitalistas se limitaba a cuál de las dos partes se apropiaba de la tasa mayor de la plusvalía generada por los trabajadores. Únicamente se analizaba la lucha de la clase obrera como un mecanismo para que los beneficios de las empresas y la renta nacional diese como fruto un incremento de los salarios directos, o de los indirectos (mejoras de las condiciones de higiene en el trabajo, seguridad laboral, etc.). O bien sólo se apreciaba las maniobras de la burguesía en el terreno económico para aumentar su tasa de ganancia (reducción de salarios, de las condiciones higiénicas laborales, etc.)
No se alcanzaba a ver que ambos grupos sociales no estaban enfrentados sólo por la apropiación del trabajo colectivo social. Sin negar que la contradicción principal es esta, no podemos dejar de señalar que tiene un amplio envoltorio que desborda con creces el campo económico. Ambas clases sociales, en su lucha por el objetivo señalado, crean una serie de elementos culturales para legitimarse y doblegar las posturas del adversario. De tal forma, que un análisis social que tan solo contemple el factor económico queda muy incompleto y no nos da una visión real. Junto a la lucha por incrementar la tasa correspondiente del plustrabajo, nos encontramos una lucha entre dos concepciones antagónicas e irreconciliables del mundo. Dos visiones que abarcan un amplísimo marco de realidades culturales y antropológicas: visión del Estado, de la cultura, papel de la mujer, de la religión, la música, la literatura, formas de ocio, de vestir, de consumir, de utilización del lenguaje, … Y así, un largo etcétera.
Elementos culturales que forman parte de la superestructura ideológica de una sociedad, y que como tal, vienen determinados de alguna u otra forma por la infraestructura socioeconómica. Sin embargo, estos elementos culturales también influyen en las realidades socioeconómicas. Aunque el influjo principal sea de la infraestructura socioeconómica sobre la superestructura cultural.
No deja de ser llamativo que dos autores marxistas tan distintos y que mantuvieron fuertes polémicas, como fueron E.P. Thompson y Louis Altusser[1], llegaran a una conclusión tan similar. El olvido de estas dos ideas: -1) la lucha de clases abarca un amplio campo de aspectos ideológicos, -2) los aspectos ideológicos aunque se configuran a partir de la base socioeconómica influyen también de alguna manera sobre esa base, ha conducido a graves derrotas al movimiento obrero y popular.
¿Cómo se llegó a esta visión economicista y determinista de la lucha de clases entre el capital y el trabajo? Tenemos varias razones. La primera es el momento de crecimiento económico y estabilidad que vivió el capitalismo en las últimas décadas del siglo XIX. Esto provocó que el movimiento obrero en los países centrales del sistema capitalista apostasen por una vía reformista y de luchas por mejoras salariales y laborales. La socialdemocracia alemana y el movimiento fabiano serán los mejores ejemplos de esta idea expuesta. Así, el marxismo se desligó del estudio de los elementos superestructurales y se centró principalmente en la lucha sindical y de mejoras económicas.
Una segunda razón que explica esta desnaturalización del marxismo la tenemos en el desconocimiento de muchas de las ideas de Marx y Engels. Y en el hecho que se realizarán multitud de obras que intentaban extender el ideario marxista. Al ser obras dirigidas a un gran público y de carácter muy elemental, van a extender también una imagen sencilla y simple. El marxismo expuesto en estos escritos, -sin desmerecer sus aportes y su valía, que sin lugar a dudas también lo tienen[2]-, implicó ese abandono del estudio de los elementos culturales, centrándose en el aspecto sindical, y en un determinismo unidireccional de la infraestructura socioeconómica sobre la superestructura ideológica, sin contemplar las influencias de esta sobre aquella.
A ese determinismo economicista también ayudará el hecho que una parte importante de los estudios de Marx se centran en el aspecto económico del capitalismo. Marx era un buen discípulo de Hegel y nunca olvidó la interdependencia que tienen entre sí los distintos aspectos de la realidad social. Si una visión no muy exhaustiva de su obra da la sensación comentada no es por demérito suyo, sino porque centrarse en la labor de criticar la economía política burguesa era algo primordial n el contexto histórico en el que se enmarca su vida.
A ese olvido de los elementos superestructurales también contribuyó una incomprensión filosófica. Cualquier conocedor de la biografía de Marx y Engels sabe que el peso de la filosofía de Hegel es determinante en su obra intelectual. Marx llegó a muchas de sus conclusiones aplicando la lógica hegeliana al mundo social del que fue contemporáneo. La lógica elaborada por este filósofo se podría exponer de forma muy sucinta de la siguiente manera:
1º.
Toda la realidad existente, -natural, social, intelectual, etc.-, se haya en constante movimiento. Nada permanece, todo cambia. Así, donde hace millones de años nos encontrábamos océanos y mares, hoy día nos podemos encontrar inmensas cordilleras. Del mismo modo, donde durante milenios existió bellos vergeles y extensas selvas, en la actualidad existen inmensos desiertos de arena. De la misma forma, en países en los que han existido monarquías absolutas, a partir de un determinado momento se han instaurado regímenes liberales y parlamentarios. Así, puede afirmarse como dijo Heráclito que lo único permanente es el cambio.

2º.
La realidad es cambiante porque en su seno actúan fuerzas y procesos divergentes y contrarios. La lucha de ambas fuerzas acaban haciendo cambiar la situación. De esta forma Hegel llama a la situación de partida Tesis, a su contraria Antítesis. Y a la nueva realidad la denomina Síntesis. En esa nueva realidad donde la antítesis resulta vencedora, sin embargo, no se anula totalmente la tesis, ya que se adaptan elementos de ella que aún pueden ser positivos en la nueva situación. Con ejemplos esto se puede ver mejor. Situémonos en el siglo XVIII, en esa época dominaban la nobleza y los sectores privilegiados del Antiguo Régimen (tesis).
Ahora bien, esa situación genera una enorme contradicción con la burguesía en ascenso, ya que se ve apartada del poder político y social (antitesis). La contradicción es irrenconciliable, y se soluciona con los procesos revolucionarios liberales que suprimen a las Monarquías Absolutas y a la Sociedad Estamental, instaurando a las Monarquías liberales y a la sociedad burguesa (sintesis). Ahora bien, con ese cambio social no se hace tabla rasa de forma absoluta con el pasado. Vemos como en muchos casos se mantiene la forma monárquica de gobierno y cómo se respeta la propiedad de la nobleza, sólo que en vez de ser la propia del feudalismo se convierte en propiedad burguesa tal cual.

3º. La realidad social no se divide en compartimentos estancos, todo los aspectos sociales interactuan unas sobre otros (política, economía, mentalidades, etc.). Esto también es aplicable a la realidad natural, y a la relación que esta mantiene con la social y viceversa
4º Los cambios se producen en un primer momento de una forma lenta e inapreciable.
Sin embargo cuando esos cambios se han acumulado en un número apropiado, la transformación de la realidad se produce de forma brusca y acelerada. De esta forma, si vamos calentando un cazo de agua, vemos cómo de 0 a 99º empezará a hervir, sin embargo, el paso de líquido a vapor se dará en un plazo breve, el que media entre entre 99 y 100ºC. Del mismo modo, la Revolución Francesa abarca un periodo de diez años, sin embargo no se puede entender sin la crítica a lo largo de las décadas precedentes que la filosofía ilustrada hizo del Antiguo Régimen, y esta crítica a su vez no se puede desligar del ascenso que llevaba realizando la burguesía francesa durante todo el siglo y medio precedente. A esta característica de la lógica de Hegel es la que denomina como ley del cambio cuantitativo y salto cualitativo.

Esta forma de analizar las distintas realidades del universo será adoptada por Marx, a nadie se le escapa que el concepto de lucha de clases parte de la segunda característica señalada anteriormente, por ejemplo. Sin embargo, a diferencia de Hegel tendrá un cambio de perspectiva.
Para Hegel, el universo es la encarnación del Espíritu, concepto que podría ser aproximado a la idea de Dios. Y ese Espíritu ordena y crea las distintas realidad humanas, naturales y sociales conforme a esas leyes descritas. Del mismo modo, para Hegel son las ideas y las teorías las que producen los cambios sociales y políticos.

Marx, por contra, aunque sigue con la forma de pensamiento dialéctico, le cambia esa base idealista. Como buen materialista rechaza la acción del Espíritu, o al menos niega que la misma se pueda constatar. Para él las distintas realidades del universo se explican por sí mismas, sin necesidad de ningún agente exterior, llámese Dios, demiurgo, Espíritu, etc.
Del mismo modo, como buen materialista, las ideas parten del mundo material. Así, las teorías filosóficas, políticas, artísticas, religiosas, etc. vendrán dadas por la estructura social, siendo los cambios que se operen en ella las que determinen a las anteriores. Sin negar que a su vez también influirán retroactivamente sobre la misma, -como hemos mencionado más arriba.
Nace así el materialismo dialéctico, a partir de la dialéctica idealista de Hegel. Esta forma de pensar y concebir el mundo, el universo, los seres humanos, la política, etc. se aplicará al mundo real, y no a las encarnaciones del Espíritu o la Idea hegeliana.
Sin embargo, muchos seguidores de Marx, al aplicar el método dialéctico de pensar no rompieron totalmente con el idealismo hegeliano.
En éste, al analizar las realidades históricas, la contradicción social se centraba en un único aspecto de la realidad. ¿Qué papel jugaba cada pueblo y civilización histórica en el plan del Espíritú de alcanzar mayores cotas de libertad para la Humanidad? Todos los demás aspectos sociales quedaban obviados en esta gigantesca abstracción.

Muchos marxistas, al darle una base una base materialista a la dialéctica sustituían esta abstracción por otra igual o más simple. La contradicción social en el modo de producción, sin tener en cuenta qué papel podía jugar en la misma el pasado histórico, el medio geográfico, el contexto internacional o los elementos culturales (por muy marcados que estuviesen por esa infraestructura socioeconómica).
Este factor, junto a los anteriores, ayuda en gran medida al proceso de desnaturalización del marxismo en un vulgar determinismo economicista.

2. Burguesía y nacionalismo.
Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación. Ninguna corporación ni individuo puede ejercer autoridad que no emane de ella expresamente.
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789).

De esta forma surgieron el economicismo obrero y el determinismo económico, empobreciendo el análisis marxista. Así se impidió analizar de forma coherente los mecanismo de dominación ideológica burguesa sobre el conjunto de la población. O llevará a análisis muy simplones de la misma. Sólo a partir de los trabajos de Lenin, Jaurès, Labrousse, Lukács, Korsch, y especialmente Gramsci se suprimirá de forma efectiva el determinismo economicista, restaurando en el análisis teórico el papel de la ideología y la cultura en el devenir social, en interacción dialéctica con la base socioeconómica.
Será este economicismo el responsable que un buen sector de la izquierda olvide, e incluso desprecie, el papel que las identidades culturales tengan en la lucha de clases y en su plasmación organizativa y política. De esta forma, la nacionalidad y la etnicidad de la clase obrera correspondiente será repudiada por los análisis y la acción de multitud de organizaciones de izquierda, como si la misma no tuviese ninguna importancia. A ello contribuirá además el internacionalismo lógico y coherente que debe de mover al movimiento obrero.
Ese repudio a tratar los temas nacionales tiene su razón de ser en el origen burgués del concepto de “nación” y “nacionalidad”. Durante la Edad Moderna, la cohesión social se conseguía y la legitimación del poder se lograba al identificarse los súbditos con el monarca absoluto. Con la desaparición del mismo, -o su transformación en monarca parlamentario-, es necesario conseguir una nueva abstracción sociológica que cohesionase a la sociedad y legitimase al estado liberal. Surge de esta manera la idea de nación, como el conjunto de individuos que viven en un determinado territorio y que tienen unos rasgos culturales más o menos comunes.
En el contexto que aparece, la idea de nación supone de entrada un elemento positivo en el desarrollo social e ideológico de la Humanidad, pues implica la igualdad jurídica y política, y la conversión de la población de súbitos a ciudadanos de pleno derecho. Es la conclusión lógica y coherente de El contrato social de Rousseau.
Igualmente, esta nueva concepción de lo “nacional” supondrá un aliciente para el desarrollo económico. Implicó la supresión de multitud de aduanas interiores. Así se creó un mercado “nacional” y la articulación económica de los diversos estados europeos, lo cual implicó procesos industrializadores y de crecimiento económico. En el fondo, serán esos procesos de modernización y desarrollo industrial lo que se esconda detrás de los nacionalismos alemán e italiano del s. XIX, y el motor de ambos procesos de unificación[3].
Sin embargo, a medida que avanza el siglo XIX, y la burguesía pierde su carácter revolucionario, el nacionalismo irá empezando a asumir elementos de alienación para las masas proletarias y campesinas, al presentar la burguesía la necesidad de olvidar sus intereses en aras del sacrificio por la patria. Entiende la burguesía por patria su propio beneficio económico y social. De igual manera, enardecerá los sentimientos nacionalistas para justificar el colonialismo y las guerras imperialistas.
Aquí tenemos la principal razón, -junto a la mentalidad economicista mencionada más arriba-, por la que muchos militantes de izquierda repudiarán cualquier tipo de idea nacionalista. Repudio que no solo es exclusivo de organizaciones de tipo marxista, en el mundo anarquista esto es aún mucho más claro y definido[4].
Sin embargo, nos surgen varias preguntas. Los rasgos culturales y antropológicos de un colectivo, ¿no influirán de alguna manera en la plasmación de la conciencia de clase y en la movilización popular? ¿El sistema capitalista se encarna de igual manera en cada uno de esos colectivos culturales y antropológicos? Y, ¿necesariamente las ideas nacionalistas deben ser ideas propiamente burguesas?

3. Izquierda y nacionalismo.
La creación de una Polonia fuerte e independiente no interesa sólo al pueblo polaco, sino a todos y cada uno de nosotros. Sólo podrá establecerse una estrecha colaboración entre los obreros todos de Europa si en cada país el pueblo es dueño dentro de su propia casa. (…)
La independencia polaca sólo podrá ser conquistada por el proletariado joven[5], en cuyas manos está la realización de esa esperanza. He ahí por qué los obreros del occidente de Europa no están menos interesados en la liberación de Polonia que los obreros polacos mismos.
Engels: Prólogo a la edición polaca de El Manifiesto Comunista (1892)
Anteriormente hemos mencionado cómo la izquierda empezó a obviar desde muy pronto el influjo de la cultura y las mentalidades en el devenir social. Y en consecuencia también qué papel juegan la identidad cultural, las realidades antropológicas y los sentimientos de identidad colectivos.
Por contra, esta tónica dominante en el conjunto de las organizaciones obreras, -que en muchos casos llega hasta la actualidad-, no es algo común entre las mejores mentes de la izquierda, empezando por Marx y Engels. Ellos nunca sistematizaron sus ideas con respecto a la temática nacional. Sin embargo, no por ello, dejaron de analizarla, tal como se muestra en la cita transcrita arriba. Sus análisis se dirigían a crear la mejor situación para la clase obrera y la revolución.
Dependiendo de estos postulados apoyaban o no a los movimientos nacionalistas. Así, se mostraron partidarios de la independencia polaca. Igualmente, hay documentos de ambos socialistas alemanes mostrándose a favor de la independencia de Irlanda, cuyo dominio británico era además era una adormidera para los trabajadores ingleses, al fomentar el chouvinismo narcotizante entre ellos, y la insolaridad con las capas populares irlandesas, aliándose con su propia burguesía.
La reflexión no se circunscribe únicamente a Marx y Engels.
En la primera década del siglo XX la cuestión nacional era cada vez más candente. Debido a ello, veremos un interesante debate entre importantes personalidades de los partidos socialdemócratas de la zona. Destacarán fundamentalmente Rosa Luxemburgo, Lenin, Otto Bauer, Karl Renner y Stalin.

El debate tenía una enorme implicación práctica. En la Europa central y oriental existían tres enormes imperios. Imperios controlados por un único grupo étnico cada uno de ellos, con estructuras semifeudales, donde la clase dominante era la nobleza del grupo étnico que controlaba el estado. Sin embargo, en diversas naciones oprimidas de estos imperios atrasados y arcaicos habían surgido diversos grupos burgueses que chocaban literalmente con esa situación de opresión nacional. Tengamos en cuenta que estos grupos burgueses necesitaban la creación de mercados nacionales para la venta de sus mercancías y productos, y esto era imposible en situación de dependencia y en entidades dirigidas por clases aristocráticas. En consecuencia, estos grupos burgueses iniciarán campañas y movimientos nacionalistas. Campañas contestadas por los diversos poderes con mayor opresión nacional, y que aspiraban a contar con el apoyo obrero y popular.
En esta situación, ¿qué hacer? ¿Era lícito que los movimientos socialistas apoyasen a las respectivas burguesías de sus nacionalidades? ¿Cómo evitar ser utilizados por estos grupos burgueses en su favor? ¿Cómo conjugar los sentimientos nacionales con el internacionalismo proletario impidiendo el chovinismo y el exclusivismo burgués?
Este fue el marco en el que se dio el interesante debate entre las personalidades anteriormente citadas (Luxemburgo, Lenin, Bauer, Renner y Stalin). Debate del que surgirán una serie de interesantes apuntes e ideas, que resumidamente exponemos abajo:
La opresión nacional no sólo afecta a la burguesía, sino también a los obreros. De hecho le es más perjudicial a estos que a la clase burguesa, porque las restricciones al empleo de su lengua materna y a sus esquemas mentales pueden retardar su toma de conciencia y su organización en la defensa de sus derechos laborales, sociales y políticos.
2º En consecuencia, deben de apoyar aquellos aspectos que las burguesías nacionalistas propongan que sean democráticos, y que les beneficie como clase trabajadora. Ahora bien, deben rechazar aquellos otros que vayan en contra de ellos y les indispongan contra los obreros de otras nacionalidades, evitando el chovinismo y la xenofobia.
Los obreros de las nacionalidades dominantes deben de apoyar estas reivindicaciones nacionalistas, porque de lo contrario estarían apoyando a su burguesía e indisponiéndose contra la clase obrera de las naciones oprimidas. Así se rompería el principio del internacionalismo proletario, y se estaría sirviendo a los intereses del capitalismo más que a los de la clase obrera.
El movimiento obrero debe de defender el derecho a la autodeterminación, porque es lo justo y servirá para mantener la unidad de los obreros por encima de las nacionalidades.
5º Las naciones son un producto histórico del ascenso del capitalismo. Ahora bien, no surgen de la nada, sino de procesos históricos de largo plazo. La defensa de una nacionalidad no necesariamente es algo burgués, porque según las circunstancias puede obedecer a los intereses de los obreros y el conjunto del Pueblo Trabajador.
Esta última conclusión se vio confirmada con la Revolución Rusa de 1917, así como con posterioridad a la II Guerra Mundial, con la Revolución china y la descolonización del Tercer Mundo. Procesos estos que no han sido protagonizados por las distintas burguesías, si no por las masas obreras y campesinas, y que han tenido un elemento de reafirmación nacional.

4. Nacionalismo burgués y nacionalismo obrero.
Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía[6].
K. Marx y F. Engels: El Manifiesto Comunista (1848)

La causa del trabajador es la causa de Irlanda, la causa de Irlanda es la causa del trabajador: No se pueden separar.
James Connolly (1916)

Consecuentemente, apreciamos que las realidades nacionales no se pueden obviar en el desarrollo de la lucha de clases, y que detrás de la palabra “nación” capitalistas y Pueblo Trabajador no entienden exactamente lo mismo.
De esta manera, el concepto burgués de nación, manipula el sentimiento identitario de las masas populares para ocultar la contradicción entre burguesía y proletariado. O para legitimar guerras y agresiones imperialistas. También para buscar un “enemigo interno” al que culpar de los males provocados por el capitalismo y sobre el que desviar la atención. Además, el nacionalismo burgués suele ser autoritario y tiene altas dosis de irracionalidad. La “patria” es en sus esquemas ideológicos un ente abstracto e indefinido, escondiendo tras él los intereses de la élite socioeconómica.
Por contra, el nacionalismo obrero y popular presenta las siguientes características:
1º) La patria no es un ente abstracto al que sacrificarlo todo. Para este tipo de nacionalismo la nación se concreta en la clase obrera y las capas populares . Sus intereses son los intereses auténticamente nacionales. Si estos son defendidos, se defiende verdaderamente a la nación.
2º) Este nacionalismo no es exclusivista ni chovinista. Tiene sus objetivos puestos en la consecución de un orden social justo a nivel internacional, en la paz y la cooperación entre los pueblos, así como en la fraternidad universal.
3º) El internacionalismo que le caracteriza, le ayuda a asumir el discurso nacionalista. La pérdida de una identidad cultural, larvada durante milenios en un determinado territorio, con todo lo que ella conlleva (idioma, folclore, formas de expresión popular, etc.), supondría una grave pérdida para el conjunto de la humanidad y un fuerte empobrecimiento cultural de la misma.
Las diferencias culturales y nacionales son distintas plasmaciones de una misma naturaleza humana, enriqueciéndonos de alguna manera u otra al conjunto de los seres humanos.

4º) Además, la coerción de una identidad cultural supone la vulneración de un derecho humano básico de las personas que se identifican con la misma, pues le cohartan su forma de concretar su esencia humana (Declaración de la UNESCO de Friburgo sobre los Derechos Culturales, 2007). A esto se debe de añadir, que las realidades culturales y antropológicas no pueden negarse su existencia aduciendo a su naturaleza cambiante en el tiempo, a la diversidad natural que existe en ellas, o a que a un determinado grupo un algún momento le ha interesado resaltar esos rasgos identitarios. Hacerlo iría contra los Derechos Humanos más fundamentales. Esas culturas e identidades son una plasmación del conjunto de la cultura y la naturaleza humana ,-que es única y universal-, en unas condiciones geográficas e históricas concretas.
5º) Un activista obrero, además, no le queda otra causa que aceptar este discurso nacionalista porque como ya se ha indicado indirectamente en el apartado anterior, el Pueblo Trabajador cuando expresa sus sentimientos y lucha por sus derechos lo hace dentro de sus propios marcos culturales. Por tanto, es primordial defender estos rasgos identitarios de procesos de aculturación e imposición cultural, pues perjudican al empoderamiento y reafirmación de las clases subalternas. Así se vuelve a justificar la adopción del discurso nacionalista por parte de un activista a favor de los derechos del Pueblo Trabajador y de la clase obrera, ya sea socialista, socialdemócrata, anarquista o comunista.
6º) Pero es que además, como consecuencia lógica de lo anterior, a medida que el conjunto del Pueblo Trabajador y las capas populares avancen posiciones contra la burguesía y la oligarquía, sus elementos culturales van a resurgir con fuerza e ímpetu, dándose así un impulso al movimiento nacional, produciéndose una relación dialéctica entre los nacional y lo social. La historia del estado español a lo largo del siglo XX es muy elocuente al respecto. En momentos de gran movilización popular siempre ha resurgido el tema de la articulación del estado y el reconocimiento de las nacionalidades y regiones como sujetos políticos.
Los años 30 son un ejemplo claro, y la gigantesca movilización proautonomía que sacudió al pueblo andaluz el 4 de diciembre de 1977 sólo se puede explicar atendiendo a esta premisa.

7º) Aunque el sistema capitalista abarca al conjunto mundial, sin embargo no presenta en todos los lugares las mismas estrategias y comportamientos. Se hace preciso por tanto análisis concretos de las distintas realidades concretas. Aquí es donde entrarían en juego los análisis de las distintas realidades nacionales. ¿Qué problemas plantea el capitalismo a los trabajadores y capas populares de una determinada nacionalidad?
8º) Aunque el nacionalismo obrero y popular tiene estratégicamente una finalidad universal: la consecución de la sociedad socialista a nivel mundial, sin embargo tácticamente ese fin no es realista. ¿Puede una organización política y sindical abarcar el planeta entero? Además, ¿pueden sus militantes entender las problemáticas de realidades culturales muy alejadas a su mentalidad y formación? ¿No habrá que dejar a la gente de esas zonas que sean ellas las que realicen los análisis pertinentes y sean ellas las que elaboren las estrategias y las tácticas?
9º) La actual globalización neoliberal implica tomar, se quiera o no se quiera, los marcos identitarios como oposición a la alienación y degradación cultural que este proceso conlleva, y como puntos de referencia donde empezar a construir alternativas a la misma (soberanía alimentaria, redes sociales ciudadanas horizontales, defensa de los valores culturales propios, protección del medio ambiente más cercano, etc.)
10º) Una sociedad democrática, donde las decisiones vayan desde abajo hacia arriba sólo puede construirse a partir de marcos de decisión ciudadana cercanos a la población. Esto implica el reconocimiento de las nacionalidades como sujetos políticos. Sujetos políticos que a partir de una decisión de su ciudadanía, se confederarían con otros. El objetivo final es lograr organismos supranacionales de coordinación y gobierno mundial. Con esto, el nacionalismo obrero y popular síntetiza dialécticamente el nacionalismo y el internacionalismo, al aunar dos anhelos básicos del ser humano:
– Por un lado, enmarcar a las personas en un espacio con dimensiones humanas. Un espacio que corresponda a su propia identidad cultural, elemento imprescindible para su propia estabilidad psíquica y emocional.
– Por otro, permite a los ciudadanos crearle un ámbito en donde tengan interés en participar en la gestión de los asuntos sociales, políticos y económicos.
Ámbito en que se materializan regionalmente los problemas globales. De esta forma, se abre los habitantes de esa nacionalidad la posibilidad de edificación de un nuevo mundo en cooperación con el resto de la Humanidad.

Esto, entraría muy bien en el ideario anarquista de las federaciones de los distintos grupos humanos. ¿Para qué vamos a crear otras artificiales que violarían los sentimientos identitarios de las personas? Además, el concretar marcos territoriales de actuación ciudana, creamos antídotos eficaces contra procesos de degeneración en la construcción del socialismo, tal como ocurrieron en las experiencias de los países del Este europeo en la segunda mitad del siglo XX.
Quien expresó esto muy bien, fue el ideólogo del Partido Socialista de Andalucía José María de los Santos, autor en el que nos hemos inspirado para desarrollar muchas de las ideas expuestas en este apartado, así como en el conjunto del artículo. De los Santos escribía en 1978:
El socialismo supondrá la unidad universal. Ahora bien, esa unidad se realizará respetando la pluralidad cultural y la idiosincracia de los pueblos, fruto de la concreción de la naturaleza humana en unas determinadas situaciones concretas[7].
11º) Como ya se ha indicado anteriormente en un punto anterior, el nacionalismo obrero y popular es consciente que el concepto de nación es una categoría histórica. Es un sentimiento de identidad que nace con el capitalismo y que obedece a unas determinadas condiciones de desarrollo social. Por tanto, esta categoría histórica también desaparecerá cuando se den las condiciones para ello. No se realiza ninguna sacralización del concepto de nación. Ahora bien, a lo que se niega este nacionalismo es a admitir la desaparición de una nacionalidad o un grupo étnico por una acción mecánica del imperialismo y la explotación capitalista. Esto supondría una acción contra la dignidad humana de los individuos que la componen. Si una nación, un grupo étnico, o cualquier otra identidad cultural y antropológica debe de desaparecer, que lo haga por la acción dialéctica del progreso social de una sociedad postcapitalista mundial.
Esto supondría el pleno reconocimiento de los Derechos Humanos de sus miembros y la entrega de lo mejor de su cultura al resto de la especie humana.

En resumen, ¿tienen los obreros patria? Evidentemente sí, porque todo obrero es un ser humano, y como ser humano ha sido socializado en un marco cultural y antropológico, en el que se expresa y siente como tal ser humano, si se ataca esos rasgos culturales se está atacando el marco psicológico íntimo de las personas que lo utilizan en su esencia humana más íntima. Marco que por ello se debe de defender, que además va a surgir en su lucha sindical y política, y en el que se integra como ciudadano. Así podemos ver la falacia de las ideologías “cosmopolitistas” y “universalistas” que caen en un vacío abstracto cuando plantean la actuación laboral, sindical y política del día a día, y dejan desarmados a la clase obrera con ello, así como a las nacionalidades oprimidas al minusvalorar sus armas antropológicas y culturales contra los procesos de aculturación.
También, aunque tengan patria, evidentemente también los obreros tienen lazos de fraternidad, de deberes y de unidad emocional, ética, psicológica y biológica con el resto de la Humanidad. Cualquiera que luche por la consecución de un mundo mejor siempre debe de tener ese elemento en el horizonte.

BIBLIOGRAFÍA
– Althusser, Louis: La revolución teórica de Marx. Siglo XXI. México, 1967.
– Berresford Ellis, P: Historia de la clase obrera irlandesa. Argitaletxe Iru. Hondarribia (Guipuzcoa), 2013.
– Connolly, James: La causa obrera es la causa de Irlanda. La causa de Irlanda es la causa obrera. Txalaparta. Tafalla (Navarra), 2014.
– De los Santos, José María: Andalucía en la revolución nacionalista. Aljibe. Granada, 1979.
– Fontana, Josep: Historia: análisis del pasado y proyecto social. Crítica. Barcelona, 1982.
– Fontana, Josep: Introducción al estudio de la historia.
Crítica. Barcelona, 1999.

– Iniesta, Enrique: España o las Españas: debate con Blas Infante. Comares. Granada, 1998,
– Lenin: El derecho de las naciones a la autodeterminación.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/derech.htm
– Marx y Engels: El Manifiesto Comunista. Alba. Fuenlabrada (Madrid), 1987.
– Marx y Engels: La Ideología Alemana. L´Eina Editorial.
Barcelona, 1988.

– Moreno, Isidoro y Delgado Cabeza, Manuel: Andalucía: una cultura y una economía para la vida. Atrapasueños. Montequinto (Sevilla),2013.
– Moreno, Isidoro y Agudo, Juan (Coordinadores): Expresiones culturales andaluza. Aconcagua Libros. Sevilla, 2012.
– Thompson, Edward P.: Miseria de la Teoría. Crítica.
Barcelona, 1978.

– Torres, Antonio: De un país en lucha. El Bandolero Producciones Andaluzas. Granada, 2011.
– Stalin: El marxismo y la cuestión nacional. https://www.marxists.org/espanol/stalin/1910s/vie1913.htm
– Vilar, Pierre: Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Crítica. Barcelona, 1999 (1980).
– Vilar, Pierre: Pensar históricamente. Crítica. Barcelona, 1997.
– Vilar, Pierre: Historia, nación y nacionalismo. Cuestión nacional y movimiento obrero.
Pueblos, naciones, estados. Artgiteletxe Iru. Hondarribia (Guipuzcoa), 2002.
– Woods, Alan y Grant, Ted: El marxismo y la cuestión nacional. http://www.marxist.com/marxism-and-the-national-question.htm




[1] Edward Philip Thompson: Miseria de la Teoría. Crítica. Barcelona, 1978.
Louis Althusser: La revolución teórica de Marx. Siglo XXI. México, 1967
[2] Por ejemplo el texto de Plejanov: “El papel del individuo en la historia”., es un buen ejemplo de texto de esta literatura con aportes valiosos.
[3] También implicará en estados multiétnicos de Europa, -como nota negativa-, el intento de asimilación de grupos minoritarios a los mayoritarios.
[4] Tendríamos que señalar aquí la excepción del doctor Pedro Vallina, cenetista sevillano, amigo y colaborador del líder e ideólogo andalucista Blas Infante.
[5] El subrayado es nuestro.
[6] El subrayado es nuestro.
[7] de los Santos, José María: Andalucía en la revolución nacionalista. Aljibe.
Granada, 1979
Texto completo en: http://www.lahaine.org/nacionalismo-obrerismo-e-internacionalismo-itienen

No hay comentarios:

Publicar un comentario