lunes, 16 de noviembre de 2015

El valor de los muertos


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En el mapamundi  está representado el valor de los muertos para europeo acostumbrado a ver la televisión y a juzgar lo que es pensar libremente o no según lo que le dice su canal favorito.


Que hace tres días un brutal atentado en un barrio de Beirut provocara 40 muertos y más de 230 heridos no le importó a nadie. Ningún pacifista antiviolencia de la desarrollada y cojonuda cultura occidental se rasgo las vestiduras, pocos cristianos europeos derramaron alguna lágrima, ni siquiera de cocodrilo por la salvaje conculcación del quinto mandamiento  o se puso la bandera del Líbano en su perfil de Facebook.

Tampoco lo hacen cuando los aguerridos soldados de la OTAN bombardean a la población civil en Irak, Afganistan, Libia o Siria (por citar solo unas cuantas víctimas del bienestar de los paises superdesarrolados de la larga retahila de crímenes que lo sostienen), ni siquiera cuando son los ciudadanos de otra potencia imperilista como Rusia son los que sufren las consecuencias de una bomba en un avión.

La violencia está justificada, parece, cuando sucede lejos de casa, en especial si sirve para seguir saqueando los recursos de otros pueblos para poder mantener nuestro progresista nivel de vida.Cuando las consecuencias se sufren en casa, entonces es diferente: ver la sangre en nuestras calles nos saca de quicio, y nos parece inaceptable que unos desalmados vengan a nuestra casa a matarnos (aunque en este caso no sea desde superpoderosos aviones).

Si el crimen sucede en Kenya, en Afganistan, en Mali, en Siria, en Libia o en Yemen, los medios de propaganda lo citan como algo anecdótico y nadie se lanza a las calles indignado contra los criminales (a los que luego si que votan en las elecciones donde dicen expresar su libertad); si los muertos son franceses, españoles, estadounidenses, alemanes o israelís, los mismos medios que antes no prestaban apenas atención a la sangre derramada convierten la tragedia, que ciertamente lo es, en un crimen contra la humanidad, en un desastre inimaginable expresión de la más atroz faz del ser humano.

¿No valen igual todos los muertos? ¿No ha de ser idéntica la lucha contra la violencia en Europa, África o América?

En el fondo, somos demasiado parecidos a los criminales que nos gobiernan: estos, son capaces de cualquier horror para defender los intereses de su propio bolsillo y los de las multinacionales que los llenan, pero lo hacen mientras los ciudadanos del "primer mundo" miran para otro lado siempre que un aceptable bienestar y un cierto progreso acomode su esclavitud.

Solo cuando las víctimas consecuencia de sus votos a psicópatas y de su indolencia ante el dolor ajeno se vuelve contra ellos, abren los ojos al horror del mundo que ayudan a construir. Y lo peor de todo es que, aunque hay algunos que pueden hacer un ejercicio de sinceridad y honestidad necesario, muchos acaban culpando no solo al ejecutor (que ha sido probablemente armado por sus electos gobernantes), sino también a los de su religión, país o raza, en vez de a los que cometen diariamente incontables y abyectos crímenes, matanzas, saqueos o golpes de estado, especialmente contra otros paises ricos en recursos y poco armados, pero, también, contra los ciudadanos del suyo propio, si es necesario.

Así que, ¿cuánto de terrible es para los bienaventurados ciudadanos democráticos, libres, progresistas, tecnológizados, pacifistas, animalistas, buenrrollistas, pro globalización y pro OTAN que una matanza ocurra en un lugar o en otro? En realidad, se trata de hipocresia y egoismo, de un salvajismo muy semejante, aunque no lo parezca, al del que pone las bombas,  siendo el dolor más o menos aparente de forma inversamente proporcional a la distancia en kilómetros a dónde la muerte estalla, estando mejor o peor amortiguado según el beneficio económico, aunque sea traducido en simulacro de bienestar, que la sangre rente.

En esta lista no aparecen las 224  victimas del atentado contra el avion ruso en Egipto de principios
de este mes de noviembre

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