miércoles, 30 de septiembre de 2015


Israel es un estado asesino. Con un ejército asesino, con una población   rematadamente psicótica  que  brinda por las muertes de niños.
Israel es esto y más.
Es una fábrica de exilio, de cárcel, de terror, de exterminio.
Es una bandera tan llena de sangre, tan llena de lágrimas, tan llena de rabia, que  será  recordada  por  el dolor que derramó  sobre un pueblo al que quiso someter como a un esclavo.
Israel día a día ve como caen los cuerpos ametrallados de cientos y cientos de seres humanos y no le tiembla el pulso al apretar el gatillo.
Sabe que puede hacer lo que le venga en gana, Israel manda.
Manda su simbólica podredumbre.
Y no es bastante con decir basta. No es bastante con solidarizarse con los crucificados una y otra vez.
Debemos decir que hay un estado que después de una masacre, inventa otra y otra y otra hasta cumplir su objetivo de dejar esa tierra sólo para ellos, para los hijos de Sion, para los hijos de un dios que da terror.
El tiempo pasa.
El mundo consciente se estremece y los cómplices, los aliados, los rentistas, los mercaderes, los cínicos, los hipócritas, los indiferentes, los genuflexos, los poderosos, miran para otro lado, no les importa.
Avergüenzan la humanidad que llevan a rastras.
Horrorizan la vida.
Odio su bandera, odio a los genocidas y odio a los que se quedan a medias, cobardes inútiles, cobardes silenciosos, por vosotros sigue esta barbarie.

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