miércoles, 26 de noviembre de 2014

La enfermedad del egoísmo

En el proceso salud-enfermedad hay una lucha permanente, hay un equilibrio dinámico vivo, es una contradicción que se está volviendo antagónica. No solo es que la contradicción se desarrolle y se transforme, que unas veces sea su aspecto principal la salud y en otros momentos lo sea la enfermedad, no; lo preocupante es que esa contradicción tiende a desaparecer ya que si gana de forma definitiva la enfermedad, es decir, la muerte, desaparecemos como especie. Solo se necesitan unos cuantos horrendos sonidos de bombas atómicas, y listo.

Etiología
Definitivamente sabemos que la enfermedad del egoísmo no la transmite ningún microorganismo como virus, bacterias, hongos ni parásitos; no da por intoxicación al inhalar algún gas o veneno; no es una secuela de un trauma físico; no la produce la desnutrición ni la falta de acueducto ni de alcantarillado; es una enfermedad muy común y muy rara.
Algunos científicos egoístas, enfermos, que sufren tan grave enfermedad, solo alcanzan a balbucear que es genética, que está en los genes -somos egoístas por naturaleza- y que mientras no se encuentre una terapia genética que nos cure definitivamente, tenemos que soportarla, tratar de convivir con ella, e incluso aceptarla y disfrutarla.
Otros, sicólogos, siquiatras, antropólogos y sociólogos más discretos y moderados dicen que su origen, el del egoísmo, es una mezcla perfecta de genética y ambiente, también difícil de curar ya que la genética apenas la estamos empezando a conocer y a manipular y que el ambiente social y cultural tiende a promover más el egoísmo que la solidaridad y la cooperación.
Por otro lado, estamos los soñadores con los pies en la tierra, que pensamos que el factor fundamental propicio para tan aberrante enfermedad es el ambiente social, político, económico y cultural que promueven y estimulan formas y estilos de vida totalmente egoístas e individualistas. Y el problema no es solo un egoísmo del individuo, es un egoísmo que va un poco más allá, llega hasta los límites de la familia: “lo único que importa es que yo y mi familia estemos bien, los demás que se jodan”.
Lo peligroso de esta temible enfermedad es que sí es contagiosa, se riega con rapidez y pudre todo lo que toca; y lo más delicado es que es autodestructiva de la especie humana. Hoy no solo es endémica en varios países, sino que ya está volviéndose epidémica, una peste mundial que nos está matando. Por eso es urgente encontrarle una cura antes de que sea demasiado tarde.
Signos y síntomas
Los signos son claros e inocultables: indiferencia, insolidaridad, individualismo, engreimiento, menosprecio, etc. Lo difícil es que no hay síntomas, por eso los enfermos no consultan ya que no sienten nada, todo está bien, todo bien, para ellos no pasa nada. Lo más grave es que no se dan cuenta de tan peligrosa enfermedad o se hacen los bobos para no aceptarla y combatirla.
Diagnóstico
Es muy difícil de hacer su diagnóstico ya que los pacientes no consultan por los síntomas que no perciben; los médicos, también la mayoría enfermos, rara vez detectan los signos de tan perjudicial enfermedad. En las estadísticas no aparece y hay un subregistro de más del 99% de los enfermos. Es una situación muy delicada porque es una enfermedad contagiosa y letal para la humanidad y muy poco reconocida.
Tratamiento
A los pocos pacientes diagnosticados se les hacen unas sesiones de sicoterapia y de humanismo, pero apenas salen del consultorio ya están siendo nuevamente contagiados por todo el que se encuentran. Si no se da un tratamiento intensivo y colectivo, la probabilidad de curar la enfermedad es casi cero y estamos jodidos.
Rehabilitación
Como los tratamientos son inefectivos y es tan poca la cantidad de pacientes identificados y conscientes de su enfermedad, la labor de rehabilitación es nula. Por eso el problema crece cada día. En la etapa de rehabilitación es poco lo que se puede hacer, hay que aplicar la prevención de la enfermedad del egoísmo y practicar la promoción de la solidaridad y del compartir.
¿Qué hacer?
Necesitamos una sociedad, un Estado y un gobierno a los que verdaderamente les interese el bienestar y el futuro de las nuevas generaciones. Es claro que a los últimos 50 Presidentes y Congresos no les interesa el tema, ellos son los principales promotores y ejemplos del egoísmo con toda la indiferencia e insolidaridad real que implica. Con este sistema social y político capitalista no hay esperanzas de derrotar tan devastadora enfermedad.
Solo cuando los trabajadores y los campesinos, que son la base y el sostén de la sociedad, ya que son los que producen toda la riqueza y la comida social, asuman su papel histórico y construyan una sociedad donde lo importante sea lo colectivo, la solidaridad, el compartir y el futuro de la especie, solo así podremos ganarle la batalla a la insoportable y silenciosa enfermedad del egoísmo.

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