miércoles, 5 de noviembre de 2014

"Hay que vincular el ébola con las políticas neoliberales"

José Luis de la Flor, miembro del Grupo de Estudios Africanos

Hablamos con este investigador del GEA sobre el ébola y sus vínculos con la seguridad nacional y las políticas neoliberales.

¿Cómo se ha enfocado el tratamiento de la crisis del ébola desde los países Occidentales?
El brote de ébola se ha problematizado como una cuestión de seguridad internacional, sobre todo desde que afecta a Occidente. Hasta el momento no se habían desplegado mecanismos como los actuales porque se trataba como un problema del interior de los países africanos. Sin embargo, desde que afecta a Europa y Estados Unidos, se ha retomado el enfoque que vincula las enfermedades infecciosas a las amenazas globales, y por tanto a las políticas de seguridad. Tenemos el caso del ébola, pero también de la gripe aviar o de los síndromes respiratorios agudos en las primeras décadas del siglo XXI. Como respuesta la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha desplegado nuevos sistemas de vigilancia epidemiológicos globales. Se han elaborado regulaciones sanitarias que sobre todo implican transformaciones en los sistemas de salud de los países para adecuarlos a unos estándares internacionales determinados. Se buscan que sean los propios países los que puedan vigilar y controlar ciertos brotes que puedan suponer una amenaza a la seguridad global. Estas transformaciones desplazan otras lógicas sanitarias, más locales, centradas en la población, como es la atención primaria. Los protocolos internacionales elaborados para este tipo de enfermedades infecciosas no han contemplado en ningún momento el fortalecimiento de los sistemas sanitarios locales frente a las posibles emergencias de brotes en su territorio.
¿Cuando se empieza a tratar las enfermedades infecciosas como el ébola como amenazas globales?
Tras la segunda guerra mundial y prácticamente hasta la finales de los 60, la comunidad científica cree que Occidente y la medicina han superado las enfermedades infecciosas. Sin embargo, en la década de los 70 la inteligencia de Estados Unidos habla de una posible reemergencia de estas enfermedades. Los epidemiólogos estadounidenses detectan en algunos territorios ciertas enfermedades infecciosas que pueden ser globalizadas y suponer un problema para seguridad nacional, para sus propios intereses. El VIH será una de las principales enfermedades que promueva esta visión, aunque es cierto que es cierto que el Sida, si hablamos de seguridad sanitaria, ha generado otras estructura completamente diferente a las generadas por enfermedades como el cólera o ébola.Todos los protocolos diseñados han sido superados por la intensidad del brote
¿Cuál es el papel entonces de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la gestión del ébola?
A raíz de las declaraciones y las visitas de Margaret Chan, directora de la OMS, tenemos una percepción de que este organismo se está convirtiendo en el espacio de referencia para datos estadísticos, excelencia científica y consideraciones del tipo sanitario. Sin embargo, si hablamos de conseguir recursos para la la lucha contra el ébola, parece que la responsabilidad recae sobre los estados Occidentales. Esto es una seria crítica, porque todas las políticas que se han desarrollado en el siglo XXI en relación con la seguridad sanitaria conllevaban diferentes transformaciones en los países del sur que no respondían más bien a las necesidades de los países del norte. Esto se ha puesto de manifiesto cuando ha habido que parar el ébola: se han universalizado determinadas obligaciones pero no el acceso a medicamentos y recursos. Lo hemos visto en el caso del ZMAPP.
¿Se puede vincular entonces la problematización del ébola como una cuestión de seguridad nacional con la respuesta militar por parte de gobiernos como el de Estados Unidos, que han enviado tropas al AFRICOM?
La respuestas que se está dando, el proceso de militarización, nos lleva a hablar de los límites que ha habido en las actuaciones previas. Todos los protocolos diseñados han sido superados por la intensidad del brote. El envío de militares también está relacionado con las capacidades que tienen los estados occidentales. Es decir se universalizan las normas como las sanitarias pero otra serie de conocimientos, como el acceso a tecnologías y medicamento no se han universalizado y por eso se llega a situaciones como la que ahora enfrentamos y se tiene que solicitar la actuación de AFRICOM aunque es cierto que muchas organizaciones, como ONGD consideran que los únicos que tienen capacidad y materiales para desarrollar una intervención de este tipo son los ejércitos, en concreto el de EE UU y es un panorama bastante delicado. Intervenir en un espacio que ha habido agresiones y muertes de personal sanitario no es el mejor espacio en el que desplegar soldados por mucho que vaya a ser una operación sanitaria. Hablamos de contextos donde aún hay cuarentenas, aislamientos, prohibición de enterrar a los muertos, penalizaciones por ayudar a determinados familiares o personas enfermas y esto habrá que ver qué va a generar. Hay casos parecido como en Haití cuando se intervino con el cólera que también hubo casos de enfrentamientos entre población civil y el ejército. Realmente parece que es la única unidad con esas tecnologías disponibles, pero hay que tener cuidado.
Algunas dudas planteadas por sectores más críticos con el envío de militares hablan de los impactos en sociedad civil, ya que son sociedades en post conflicto y la presencia de militares contribuye a dar una continuidad a la sensación de guerra. Otras críticas también se centran en cómo este tipo de intervenciones sirven de entrenamiento para el ejército estadounidense y recogida de datos.
La salud, históricamente sobre todo a partir de la Guerra Fría, ha sido un espacio para ganar mentes y corazones. Siempre se han vinculado las ayuda y la cooperación sanitaria, los intereses comerciales y geopolíticos. Entre los principales donantes de Nigeria para luchar contra el VIH históricamente ha estado Estados Unidos con su programa de ayuda bilateral PEPFAR, esta ayuda responde claramente a los intereses geoestratégicos estadounidenses de buscar nuevas fuentes de petróleo distintas a las de Oriente Próximo.El brote de ébola se ha problematizado como una cuestión de seguridad internacional, sobre todo desde que afecta a Occidente
En el caso del ébola habrá que estar atentos a cómo Estados Unidos localiza y presenta esta intervención, también hay que leerla en una estrategia global más amplia como la lucha contra el islamismo. El papel de esta intervención puede lavar la cara o generar nuevos tipos de alianzas, pero el análisis debe realizarse en función de cómo se desarrolle, porque de cierta manera va marcar los nuevos procesos globales, qué tipo de geopolítica va a jugar África o qué papel se le va a otorgar por parte de los estados occidentales.
Parece imposible analizar el brote de ébola y las enfermedades infecciosas fuera del marco del neoliberalismo.
Efectivamente hay muchas políticas neoliberales y de cooperación como las grandes construcciones de infraestructuras que han estado directamente relacionadas con la reemergencia de malaria, la enfermedad del sueño... Las críticas no se limitan a los impactos directos sino que en el caso del SIDA, por ejemplo, se ha sostenido que las políticas de ajuste estructural y el debilitamiento sanitario promovieron la expansión de la enfermedad. Hay que ver como la enfermedad también es fruto de unos determinantes sociales, no se puede leer de manera aislada, hay que destropicalizar el ébola y tener en cuenta elementos sociales y económicos. Hay que analizar qué políticas se han desplegado en Estados en postconflicto y qué espacio le han dado a temas de salud, cómo se ha intervenido en los sistemas sanitarios y qué tipos de políticas productivas y extractivas se están desarrollando. Si no tenemos esos elementos en cuenta no se puede interpretar bien como ha surgido el ébola y se ha expandido. Ya hay investigaciones que empiezan a señalar y vincular el tema de las industrias extractivas y la deforestación en el campo, cómo ha habido un desplazamiento de las actividades tradicionales para alimentarse y vivir. Sería muy ingenuo anular todo este análisis, sobre todo en África Subsahariana donde el impacto y los fallos de las políticas de desarrollo ha sido muy negativo.

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