jueves, 24 de julio de 2014

Repitan conmigo: la política no es un espectáculo

 
Se divierten y van captando votos a golpe de ingenio y retórica al tiempo que las cadenas privadas hacen caja con el espectáculo y el edificio se derrumba.


Es cierto que lo más difícil de conseguir en el día a día es la coherencia y que habitualmente tenemos un margen de tolerancia hacia incoherencias propias y ajenas porque somos conscientes del alto grado de dificultad que entraña la línea recta continua. También es verdad que la vida está salpicada de paradojas pero ni lo uno ni lo otro justifican los caminos que está recorriendo buena parte de la actividad política actual. Sólo por poner dos ejemplos de cómo las paradojas se suceden a ritmo trepidante: en los mayores momentos de agotamiento económico de la ciudadanía, continuamos regalando millones de euros a las entidades financieras y ante las continuas demandas de trasparencia y regeneración democrática, lo que obtenemos es espectáculo y juegos malabares de conceptos que según quién los nombre significan A ó B indistintamente.
La escenita del “repita conmigo” con que nos obsequiaron Esperanza Aguirre y Pablo Iglesias ante las cámaras de La Sexta es digna de tiempos mejores, de épocas en las que la mayor parte de la ciudadanía no estaba sufriendo por la pura supervivencia ni ingeniándoselas para dar de comer a sus hijos e hijas y poder pagar los libros de texto y la hipoteca o el alquiler o los indescifrables y ruinosos recibos de la luz.
Mientras ellos y ellas se divierten y van captando votos a golpe de ingenio y retórica al tiempo que las cadenas privadas hacen caja con el espectáculo, el edificio se derrumba.
Con tanto profesor dedicado últimamente a esto de la política-espectáculo da hasta miedo intentar una definición de la propia política pero quizá, en un intento de buscar los mínimos que garanticen consenso, podríamos hablar de una actividad que combina los principios y valores con la gestión del bien común.
Sin embargo, solo vemos cámaras y platós donde deberían estar los principios; corrupción, impunidad y puertas giratorias donde debería haber gestión y un enorme agujero negro en el lugar destinado al bien común. ¿Sería mucho pedir una semanita de silencio y buena gestión, de políticos encerrados en sus despachos trabajando y alejados de cámaras y micrófonos? Quizá así alguien pudiera ofrecer soluciones a los problemas, y estoy segura de que escucharíamos con atención.

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