martes, 24 de junio de 2014

Sobre el pacifismo o la no-violencia

Son varias las historias que pueden contarte para justificar la táctica única de la no-violencia, pero quizás esas historias son simples ilusiones idealistas. En kntrakultura vimos los mitos sobre Islandia o Gandhi, aunque se podrían ver también algunos más como el logro de los derechos civiles negros, conseguidos después de una revuelta sucedida en numerosos distritos de Estados Unidos y que amenazó con extenderse por toda toda la federación, precedida por la lucha armada del Black Panther Party. Al final EEUU negoció los derechos civiles con los pacifistas, y ya puede verse cuán efectivos han sido esos supuestos derechos.

Un fracaso. Y lo mismo pasó con los dos ejemplos anteriores, puesto que India pasó a ser controlada por el gobierno británico de forma neocolonizadora; método que le salía más rentable que la administración directa colonizadora.

Estos pacifistas se encargaron junto con los gobiernos de esconder toda la lucha violenta que había provocado cambios, y se alzaron como los adalides de derechos conseguidos, dejando en el olvido a los y las que murieron por luchar por lo mismo que ellos.

Una vez demostrado que la no-violencia o el pacifismo son totalmente inútiles o ineficaces, habría que analizar la posición de la no-violencia en el contexto actual. Dicha posición, hoy en día, implica privilegio. Ya sea desde la posición de clase media, de clase media blanca, de ciudadano blanco occidental, de hombre blanco heterosexual, o sucedáneos.

Actuar de forma pacífica implica dejarlo todo nuevamente en manos de las élites políticas (partidos políticos), puesto que el pueblo no toma partido directamente y son éstas las que deciden qué van a hacer. En cambio, esto no sucede actuando de otras formas que no permitan tanto el libre albedrío de esas élites.

Y ahora vienen las preguntas. Cómo podrá pedirle el pacifismo a un trabajador o a una trabajadora que se deje de violencia cuando la violencia ya la está sufriendo él o ella en sus carnes cuando sus vidas dependen totalmente del beneficio y la solvencia del empresario. Cómo podrá pedirle el pacifismo a una persona negra que se deje de violencia cuando la violencia ya la está sufriendo él o ella en sus carnes cuando el número de presos negros es 6,6 veces superior al número de presos blancos. Cuando se ven obligados a la marginalidad. Cómo podrá pedirle el pacifismo a los trabajadores y las trabajadoras de países subdesarrollados, explotados y expoliados que no se alcen en armas cuando sufren esa violencia diaria. Cómo podrá pedirle el pacifismo a mujeres, transgénero, gays, lesbianas, bisexuales e intersexuales que no usen la violencia revolucionaria contra la opresión patriarcal milenaria. Cómo.

La violencia ya está aquí. Y lo que la no-violencia le está pidiendo a esa gente es que protesten pacíficamente y sin molestar hasta que alguna élite política que represente parcialmente los intereses de esos colectivos gane unas elecciones. Y hasta entonces, que sigan aguantando esas opresiones.

Es decir, la actitud pacifista es una actitud de privilegio. Y la conclusión es que del privilegio nace la opresión y la perpetuación de ésta. El pacifismo es la complicidad con la opresión.

"La gente de Irak tampoco debe defenderse. Sólo si 
mueren como civiles sus muertes serán contabilizadas y lloradas por lxs activistas 
pacifistas blancxs que, el día menos pensado, lograrán llevar adelante una protesta 
lo suficientemente grande como para detener la guerra. " (Peter Gelderloos)

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