jueves, 15 de mayo de 2014

Votar o no: un breve análisis y una opinión

urna

Héctor Bermejo Martín
En la coyuntura actual, pedir el voto para una organización aristocrático-obrera o pequeño-burguesa en unas elecciones no es ningún pecado. No se trata de fortalecer a las organizaciones mencionadas, sino de debilitar a las que representan a la burguesía monopolista, aprovechando las contradicciones que existen entre las diferentes capas de la sociedad.

Es vital analizar las contradicciones y su gradación, ya que valorar en igual medida a las diferentes capas de la burguesía y a la aristocracia obrera es un error peligrosamente cercano a la negligencia. En este ámbito, delimitar cual es la contradicción de grado superior facilitará el trabajo a la hora de establecer alianzas eventuales con capas ajenas a los objetivos estratégicos de la clase obrera. La pregunta es; ¿cuál es la contradicción de grado superior en la coyuntura actual, y de qué herramientas disponemos para superarla? La respuesta es; la contradicción superior es la que se halla entre la burguesía monopolista y el resto de las capas sociales, desde la pequeña burguesía hasta la clase obrera, pasando por su aristocracia, mientras que las herramientas de las que disponemos son las alianzas y la construcción de un núcleo revolucionario que establezca el punto de partida hacia la creación del Partido Comunista capacitado para educar a las masas con el fin de boicotear y destruir al sistema capitalista.
Los monopolistas han convertido España y Europa en su coto privado de caza. Aún siendo éste el objetivo primordial de la Unión Europea, sin dejar de ser el resultado del desarrollo natural del capitalismo en su transición hacia el imperialismo, los datos demuestran la existencia de una ruptura del pacto social entre la burguesía monopolista y los sectores de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera, pacto nacido con el fin de frenar las aspiraciones obreras más avanzadas. Un factor clave para comprender la coyuntura actual es visualizar la ausencia de un agente clave en el juego político; ese agente es la organización revolucionaria —en concreto—.
Esa organización revolucionaria es el Partido Comunista, que no sólo se sustenta en sus cuadros, sino en las masas que asumen el socialismo científico como método para la transformación de la sociedad. En este punto entra el factor de la apreciación que los revolucionarios hacen respecto a las masas. ¿Están las masas lo suficientemente educadas en el socialismo científico como para asumir un llamamiento al boicot por parte de elementos no organizados en el Partido Comunista —como elemento concreto—, o están atrasadas debido al desarrollo cualitativo de la hegemonía del pensamiento burgués? Me atrevo a decir sin género de dudas que un país en el que la institución más valorada es la Guardia Civil, el libro más vendido es el de Belén Esteban, y el programa más visto es Sálvame, no tiene unas masas lo suficientemente preparadas como para llevar adelante un boicot electoral de contenido revolucionario avanzado.
Aún así, demos por válido el argumento de que esos datos no son válidos para observar el desarrollo de un boicot; demos por hecho que las masas asumen el llamamiento. ¿Cuál sería la organización que asumiría la responsabilidad de transformar ese boicot en un ariete contra el sistema? Los anarquistas se estarían frotando las manos, por supuesto, pero un comunista educado en el marxismo-leninismo debe entender que no se puede trasladar una consigna a las masas sin una salida clara a la que poder aferrarse —organización—.
Para ejemplificar esto realizaremos un repaso a dos tácticas para asumir o no la lucha electoral. Ya a principios del siglo XX, los bolcheviques llamaron al boicot electoral a la Primera y la Segunda Duma para desestabilizar al régimen zarista. ¿Por qué actuaron de tal manera? Porque en aquel período las masas de Rusia estaban dirigiéndose hacia una Revolución y estaban preparadas para asumir planteamientos avanzados y el liderazgo de una organización revolucionaria —en concreto—, tal organización era el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia —POSDR—, que había pasado a ser bolchevique en 1903 tras la victoria de las tesis de Lenin en el Congreso de Bruselas y Londres. Dicho sea de paso, el boicot fracasó y los bolcheviques no boicotearon la Tercera Duma en 1906. Sin embargo, en el otro lado tenemos al Lenin de los años 1920, que aconsejó a los británicos el voto para el Partido Laborista, una organización oportunista de derechas que no asumía la estrategia del proletariado. ¿Por qué hizo esto el camarada Lenin?, ¿acaso es correcto apoyar a revisionistas pidiendo el voto para ellos? Lenin analizó las particularidades del Reino Unido y se dio cuenta de dos cosas. La primera es que en 1920, la organización que debía transformar la indignación de las masas en organización, es decir, el Partido Comunista de Gran Bretaña —CPGB— no existía, y la segunda es que reforzar al reformismo en ausencia del CPGB conseguiría que los oportunistas se desenmascarasen ellos solos ante las masas. Lenin era plenamente consciente de que todas las elecciones en el sistema burgués son una pantomima, pero también era consciente de la gradación de las contradicciones y asumió que se debía apoyar a los oportunistas de derecha del Partido Laborista.
Traslademos este análisis a la situación actual. ¿Existe un Partido Comunista capaz de transformar la indignación de las masas en organización y dirigir un boicot cuyo fin sea destruir al sistema?, ¿existen unas condiciones subjetivas que indiquen que las masas tienen conciencia de clase para si? Me atrevo a decir que esa organización no existe, y que en España, la mayoría de las masas ni siquiera tiene conciencia de clase en si. Es más, resulta llamativo ver como quienes proclaman ciegamente el boicot asumen el llamamiento de dirigentes oportunistas como los de CC.OO. y UGT en las huelgas generales, o como se apuntan a las mareas y a las manifestaciones que, como las huelgas generales, están para pedir reformas y no para destruir al sistema.
Por estas razones, yo me inclino por una táctica similar a la que Lenin aconsejó a los británicos en 1920, apoyando a una organización de carácter aristocrático-obrero y pequeño-burgués como el Partido Laborista. Por tanto, mi decisión es votar a una organización de esas características en las próximas elecciones. Tales opciones serían Bildu, Izquierda Unida o Podemos.

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