martes, 27 de mayo de 2014

Hoy se cumplen 24 años de la muerte en huelga de hambre de Jose Manuel Sevillano.


Sevi, nació en Marchena (Sevilla) el 21 de octubre de 1959. Es el mayor de tres hermanos de una humilde familia campesina. En su pueblo natal cursó sus primeros estudios en el colegio Juan XXIII y posteriormente en el Instituto de Marchena, donde su mente despierta amigaba bien con los libros y los estudios.
Allí también conoció a otros jóvenes que posteriormente se incorporarían a la lucha y a la dignidad. Siempre se mostró orgulloso de definirse como obrero del campo.
En las ocupaciones que los jornaleros hicieron de las fincas de los señoritos y cabrones, con continuos cortes de carretera y enfrentamientos durísimos con la Guardia Civil, Sevi se va forjando como luchador y campesino. Entra a formar parte del Sindicato de Obreros del Campo y da vida e impulso al Colectivo Cultural de Marchena.

También ingresa en el Comité Anti-OTAN de aquella localidad. Animado por sus padres, va a Sevilla a estudiar la carrera de Derecho y es en la capital donde contacta con el PCE(r). Deja la carrera en el segundo curso y regresa a Marchena a trabajar como su padre, de jornalero.

Junto a su compañera, Rosario Narváez, su cuñado Antonio y la compañera de éste María Jesús Romero, pasan a la clandestinidad en 1985 e ingresan en los GRAPO. La hija de ambos, Aida, nace en la clandestinidad.

Es detenido en Granada en una acción el 8 de diciembre de 1986 y juzgado en la Audiencia Nacional en 1988, condenado a unos escandalosos 26 años por militancia armada, tenencia de una pistola y expropiación a un banco. Pasó por la tortura y por las cárceles de Granada, Soria y Meco.

José Manuel Sevillano ingresó en la cárcel justo en el momento en que comenzaba la dispersión de los presos políticos del PCE (r), GRAPO y ETA, decretada por el gobierno de Felipe González en un intento de obligar a estas organizaciones revolucionarias a abandonar la lucha.

Era un claro chantaje, planeado por los "cerebros" de la Guardia Civil: cambiar la vida de los presos por la renuncia a seguir combatiendo al régimen monárquico. Uno de los responsables de este plan, el comandante Masa, había sido el instigador de la campana de torturas en el País Vasco desde 1980 y uno de los implicados en la dirección del asesinato del dirigente abertzale vasco, Santiago Brouard, presidente de Herri Batasuna. Sevillano y sus compañeros combatieron desde el primer momento la política de dispersión, tratando de acumular fuerzas para la batalla final. No querían caer en la provocación del gobierno, pero tampoco podían dejarle hacer con ellos lo que quisieran. La hora de la verdad llegó a principios de noviembre de 1989, cuando el director general de Mazmorras, Antoni Asunción, comunicó a los presos que no pensaba cumplir su promesa de unificarles en una sola cárcel. Asunción había hecho esta concesión a los presos de los GRAPO de la cárcel de Almería que habían llevado una huelga de hambre desde el 25 de Agosto hasta finales de septiembre, poco antes de las elecciones generales de ese año. La provocación era ya imposible de soportar y los presos políticos decidieron responder a ella con lo único que podían: la huelga de hambre a muerte.

El 30 de noviembre de 1989 inicia junto a sus 60 camaradas presos la huelga de hambre contra la dispersión. El 15 de mayo de 1990, tras la tortuosa alimentación forzosa, ingresa gravísimo del Hospital Penitenciario al Gregorio Marañón.

Tras dos infartos, el sionista y GALoso Enrique Múgica, Ministro de Justicia en aquel entonces, aún dice que la huelga de hambre es ficticia y que se mantendrá la dispersión, por buena y necesaria.
El día 25, muere tras 175 días en huelga de hambre. Sus últimos cinco días los pasó en coma mientras los ministros de Interior, Corcuera, y de Injusticia, Múgica, trataban de obligar a los médicos de conservarle la vida como un vegetal. Como posterior y brutal tortura, a su compañera y a su pequeña hija Aida (Libertad) les prohíben verle por última vez: éste es el tan cacareado humanismo del Estado.

Tras conocerse su asesinato leGAL, miles de personas salen a las calles en Vigo, Coruña, Madrid, Barcelona, Zaragoza, Cádiz, Sevilla, Vitoria, Bilbo, Margen Izquierda, Donosti, Arrasate, Hernani, Orereta e Iruña en su homenaje. Hay durísimos enfrentamientos con la policía. En Pamplona un solidario, Eduardo Albéniz, es gravemente herido de bala por policías de paisano y en Vitoria son atacadas numerosas sucursales oficiales y bancarias, al igual que en Hernani y Orereta. En su homenaje y entierro en su localidad natal fue despedido por cientos de solidarios.

Las RAF alemana dió el nombre de José Manuel Sevillano a uno de sus comandos más activos. Durante varios años, se ha venido realizando un homenaje en coincidencia con el aniversario de su fallecimiento en Marchena, su pueblo, que entre pancartas y pintadas olivos silbaban:
Obreros y campesinos 
ha sonado la hora ya 
avancemos decididos 
nuestra fuerza es la unidad.
La huelga más larga: el asesinato de Sevi.


A Jose Manuel Sevillano le conducen desde la cárcel de Soria al Hospital Penitenciario en la primera semana de enero de 1990 por su situación de extrema debilidad. El 25 de enero le trasladan de nuevo desde allí al Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde ya se encontraban Milagros Caballero, Carmen Muñoz, Rosario Narváez, José Antonio Ramón Teijelo, Buenaventura García, Ramón Foncubierta y Antonio Lago. Permaneció allí hasta el 1 de marzo y durante todo ese tiempo fueron alimentados a la fuerza. Teijelo tuvo una gravísima infección general (asepsis) y le tuvieron que sacar líquido de la columna vertebral y medicarle con antibióticos.

El 1 de marzo los presos consiguieron arrancarse la sonda y, en represalia, todos ellos son trasladados de nuevo al Hospital Penitenciario. La orden parte de la policía, una vez informados del hecho, ya que los médicos se vieron obligados a informarles de todas las incidencias. En el Hospital Gregorio Marañón no se les respetó su intimidad, ya que debían estar en su habitación con la puerta abierta para que la policía pudiera vigilarles permanentemente, y en ocasiones entraban dentro de ella, a pesar de la oposición de los médicos.

La policía se adueñaba cada vez más de los hospitales y comenzaron a centrarse en José Manuel Sevillano casi desde un principio, dada su firmeza en seguir con la huelga hasta sus últimas consecuencias: en lugar de trasladarle en ambulancia fue conducido en un furgón de la guardia civil, en las peores condiciones imaginables.

En el Hospital Penitenciario a los presos se les vuelve a enchufar la alimentación forzosa hacia mediados de marzo, aunque consiguen negociar con los carceleros la forma de administración. Para evitar permanecer atados a la cama con la sonda de plástico introducida por la nariz, acuerdan que la alimentación se les suministre por vía oral: un ATS penitenciario les llevaba un vaso de plástico con un suero líquido llamado Pentaset; en presencia del funcionario, Jose Manuel Sevillano aparentaba que se lo tomaba y cuando se marchaba, escupía su contenido en el lavabo.

En Zaragoza la alimentación también era por vía nasogástrica, lo que le produjo a Olegario Sánchez Corrales una fuerte gastroenteritis. Por ello, en unión de sus otros dos compañeros (José Balmón y Francisco Cela) se la quitaron el día 13 de marzo en el Hospital; en represalia, fueron trasladados a las cárceles de Daroca y Torrero. El regreso a las cárceles provocaba numerosas infecciones, ya que a la extrema debilidad del preso se le unía la suciedad propia y característica de las prisiones. Y sin embargo, la intoxicación propagandística no cesaba ni un momento, tratando de minimizar la gravedad de la situación y desacreditar a los presos en huelga. Por ejemplo, Diario 16 de Aragón narraba el 23 de marzo los hechos como si los presos volvieran a la huelga después de un paréntesis, comiéndose un estofado el día de su despedida del Hospital Miguel Servet.

El desenlace se acelera cuando en un análisis médico, los carceleros detectaron la extrema debilidad de Jose Manuel Sevillano y le introdujeron a la fuerza una sonda por la nariz para alimentarle y reanimar su estado general. El 18 de abril, junto con los demás presos, Jose Manuel Sevillano vuelve a rechazar la alimentación forzada y consigue arrancarse la sonda. La dirección del Hospital Penitenciario, en lugar de enviarles al Hospital Gregorio Marañón, traslada a Sevillano a la cárcel de Meco, donde ingresa en la enfermería. Era una medida de fuerza para presionar y agotar todas las posibilidades represivas: a pesar de la gravedad de la situación, los que rehusaran la alimentación forzosa no serían ya trasladados a hospitales sino a las cárceles. También a Buenaventura García le trasladaron a Segovia, a Juan Manuel Pérez Hernández a Ocaña, a Josefa Alarcón y a las demás presas a Avila.


A las pocas horas de ingresar en la enfermería de Meco, a Jose Manuel Sevillano le da un primer ataque cardiaco, que el gobierno se preocupó de silenciar para que no trascendiera; le reaniman con urgencia y se ven obligados a trasladarle de nuevo al Hospital Penitenciario el 25 de abril, donde se le alimenta a la fuerza por vía nasal. Allí es recluido en una habitación conjuntamente con Juan Manuel Pérez Hernández, Fernando Fernández y Luis Cabezas Mato; en otras habitaciones se concentraban ya la mayor parte de los presos, pero sin poder comunicarse entre ellos.

El 12 de mayo le da a Sevillano un segundo ataque cardiaco y los médicos le consideran muerto, pese a lo cual le trasladan urgentemente al Hospital Gregorio Marañón para reanimarle. Estaba en coma y en el Hospital le mantienen artificialmente con vida, para que el gobierno ganara tiempo y se preparara para la muerte, que sólo se produciría cuando ellos lo consideraran oportuno. Al mismo tiempo filtraron la noticia de su muerte para desmovilizar y desorientar al movimiento en la calle.

En el pueblo de Jose Manuel Sevillano, Marchena, localidad andaluza de jornaleros y trabajadores del campo, tropas especiales de la guardia civil tomaron posiciones y entraron en las viviendas de las personas más luchadoras para atemorizarlas ante el próximo desenlace y presentar un funeral en silencio con la sola presencia de los familiares más allegados.

Murió Sevillano y el gobierno no pudo impedir que numerosas personas se concentraran en el cementerio de Marchena para rendirle homenaje, sucediéndose también las manifestaciones, concentraciones y otras formas de protesta en muchas ciudades y pueblos de toda España.

A Jose Manuel Sevillano nunca le dejaron tocar a su hija.

"¿Sabes lo que decía el médico cuando te vimos? Que eras un gatito travieso que cabe en una zapatilla. Papá te miraba por el monitor con los ojos muy abiertos tratando de distinguirte el rostro, las manos, los pies... algo que recordara un bebé. ¡Cómo nos reíamos al salir de la consulta! Mira que buscar distinguir un bebé cuando sólo eras un renacuajo, te llamábamos por aquel entonces Gustavo, como la ranita de los dibujos animados[...] Teníamos prisa, mucha prisa, por verte nacer, crecer, antes de tener oído ya te hablábamos, antes de tener ojos te hacíamos juegos y sonrisas, antes de tener piel te acariciábamos el cuerpo... Teníamos la prisa de los padres por su primer hijo y prisas porque no podíamos esperar. Porque la lucha, Aída, no puede esperar, que, ¿qué es la lucha? Luego te lo explico[...] Muchas noches, me despertaba y os sorprendía en la oscuridad, en conversación íntima. Bueno... no fueron muchos los días que pasamos juntos. A los cuatro meses a papá lo llevaron a la cárcel. ¿Te acuerdas? Fuimos a la cita que teníamos con él y no aparecía. Yo lloraba cuando me enteré y tú te movías menos porque no querías incordiar, tú también estabas triste, ¿verdad?" Y a las dos de la madrugada, sin pedir permiso te decidiste. Tenías a "tíos" y "tías" pendientes de ti. A las ocho con las prisas que tenías tú por salir y yo por verte, tocarte, hablarte y jugar contigo, no nos coordinábamos[...] Cuando te vi, Aída, lloré de alegría y quise decirte "Aída tienes una barbilla en el hoyo como papá", pero estábamos en la clandestinidad, en la lucha, y yo no te podía llamar Aída porque te llamaban Marta y yo no me llamaba Rosa sino Elena y papá no era Sevi y tu "papá" era un "tío" que no tenía ese hoyo tan lindo como el de tu barbilla[...] Cuando salimos las dos juntas del quirófano, papá, que no era tu papá, pero que en ese momento era tu papá, se acercó pálido, por los nervios, a tu carita y aunque se hacía el duro, le brillaron los ojos al verte. ¿Te acuerdas de los "tíos"? Ellos te vieron nacer. A ellos también les llamaban "terroristas". Eran muchos y estaban siempre pendientes de ti [...]

["El padre de Aída, José Manuel Sevillano, nunca consiguió que le dejaran tocar a su hija, sólo la pudo ver en algunas ocasiones a través de las mamparas de cristal y los barrotes. Murió en huelga de hambre cuando su hija acababa de cumplir, el tres de mayo de 1990, los dos años"]


Rosario Narváez, a su hija, en el primer aniversario de la muerte en huelga de hambre contra la dispersión y la política penitenciaria de exterminio del padre de esta última, José Manuel Sevillano.






¡Nunca en el olvido! 


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