lunes, 14 de abril de 2014

Corrala Utopía: Dignidad y esperanza en un régimen podrido


En la semana previa en la que los talibanes de la yihad ultra católica y derechista, saldrán a las calles a pasear sus cristos, vírgenes, osarios, brazos incorruptos, reliquias de uñas, pelos de santos y otros símbolos repugnantes, familias enteras fueron desahuciadas en la Corrala Utopía por un régimen, donde los ladrones de guante blanco confiesan sus pecados ante curas de ojos vendados, con narices tapadas para no vomitarse en medio del confesionario.

Evangélicas orgías de tipos con gorros de pico muy parecidos a los del Ku Klux Klan, donde se lanzan alabanzas al triste gobierno, bramando contra el aborto libre y gratuito, a favor de los poderosos de misa diaria, los enriquecidos que sacian con sobres, con dinero negro, los vicios de sus esbirros en cada estamento donde se pueda robar a manos llenas.
En la antesala de una nueva semana de canticos en los maidanes del espíritu santo, un grupo de 22 familias eran expulsadas por más de cien policías de la Corrala Utopía, donde vivían con la luz y el agua cortadas desde hace año y medio por IBERCAJA, propietarios del edificio.
Gente buena, humilde, trabajadora, que no tuvo otra salida que tomar la plaza del Ayuntamiento de Sevilla, convirtiéndola en un símbolo de resistencia popular. Una acampada valiente, de mujeres luchadoras, las que no se conforman con que la casta del saqueo nos conduzca a la miseria y el hambre, las que no agachan la cabeza ante una gentuza que amparados por sus millones y medios de manipulación masiva, presumen de moralismo y honradez entre escándalos permanentes de corrupción.
Allí en la plaza está Manoli de 65 años, toda una vida trabajando como limpiadora, que al no poder afrontar el  pago de la hipoteca perdió todos sus ahorros, incluso el plan de pensiones.
Ana desahuciada sin previo aviso por el Banco Popular, con un marido con enfermedad crónica.
Aguasanta con tres hijos, sin trabajo, sin ingresos suficientes para seguir pagando una vivienda para ella y sus chiquillos.
Elena que lleva tres años en el paro, que fue peluquera, cajera de supermercado, limpiadora, que vive con su pareja también desempleado.
Toñi con 44 años y un hijo de 12 a su cargo, que a finales de septiembre perdió su empleo y se quedó sin paro ni ayudas, condenada en un juicio por no poder pagar del que encima tendrá que cubrir los costes judiciales.
Pequeñas historias que reflejan la realidad de millones de personas en todo el estado español, castigadas a muerte por la mafia gobernante, por el corrupto poder financiero de la banca, que cuenta con cientos de miles de viviendas vacías robadas a honradas familias que no podían pagarlas, unas propiedades que debemos ocupar, porque son nuestras, de la ciudadanía que necesita un techo.
Este holocausto económico, este genocidio social gestionado vergonzosamente por el régimen español no tienen parangón en la historia. Por eso Manuela, Aguasanta, Toñi, Elena y sus compañeras/os se han alzado, lanzando sus gritos de lucha. Unas consignas justas, que han traspasado las fronteras de una España en manos de gobernantes psicópatas, que matan de hambre a la infancia, que retiran ayudas a enfermos/as dependientes causando miles de muertes en los últimos dos años, que generan cientos de suicidios cada mes, que condenan a millones de familias a sobrevivir en la pobreza extrema, que especulan con algo tan fundamental como la vivienda, un derecho constitucional que ignoran premeditadamente, con el único fin de llenarse los bolsillos con dinero manchado de sangre obrera.
La ocupación de viviendas es una herramienta de lucha y resistencia social, es lo que hay que hacer: casa vacía propiedad de la banca, patada en la puerta y a vivirla. No podemos permitir que nos roben lo que nos pertenece, que nos condenen a la indigencia mientras ellos se enriquecen a costa de nuestro sufrimiento, de nuestra pobreza.
Un sistema que se define asimismo como democrático jamás lo será si es incapaz de asegurar las condiciones de vida de la ciudadanía, de lo contrario será solo una putrefacta dictadura disfrazada de democracia, donde se le niega la vivienda a familias enteras, se rescata a la banca con dinero público, el de nuestros impuestos, el de la sanidad y la educación, para que la banda del coche oficial tenga con que pagarse sus lujos caros.
Hay millones de pisos vacíos en todo el estado, suficientes para que no haya ninguna familia sin casa, el gobierno tiene la facultad de expropiarlos en caso de necesidad social, si no lo hacen es porque no quieren, porque su asquerosa prioridad es beneficiar al poder financiero, pisotear los derechos del pueblo.
La lucha de las mujeres y hombres de la Corrala Utopía ya está ganada pase lo que pase, es la victoria de quien lucha hasta el final, de quien no tiene miedo al criminal poder, quienes con un lenguaje claro, sin ambages, dicen lo que sienten, combaten a la mafia en una epopeya de justicia poética, coraje, resistencia y heroísmo.

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