domingo, 30 de marzo de 2014

Ofensiva represiva contra la Dignidad

















Las dos manifestaciones celebradas ayer en Madrid y en Barcelona terminaron siendo disueltas a palos por la policía antidisturbios. Ambas tenían motivos diferentes, pero ambas desafiaban frontalmente el sistema.
Una pedía la renuncia de la monarquía, y la otra la retirada de cargos de las veinte personas encausadas por el rodeo del Parlament de Catalunya, de 2011 además de contra la Ley de Seguridad Ciudadana.
Junto con las marchas de la Dignidad de la semana pasada, y las huelgas estudiantiles y obreras, lo que queda de manifiesto es que el estado se está blindando de cara a un aumento y radicalización de la protesta social. Los medios de comunicación afines al Gobierno, preparan el terreno. El problema para ellos es que la credibilidad del gobierno, y de sus propios medios de comunicación es tan baja que no pueden tener éxito. El bloqueo informativo se resquebraja. El millón de personas que se manifestaron el otro día, o las miles del sábado no pueden silenciarse.
El Gobierno ha entrado en una fase desesperada de intentar desactivar la disidencia, no importa cual sea ésta. La quiere sacar de la calle, invisibilizarla, aislarla. Toda persona descontenta que se manifiesta es un enemigo al que anular a la primera ocasión. Y esta medida le va salir cara. Le tiene que salir cara. Cara, puesto que ya no podemos permitirnos seguir aguantando nuevas derrotas, nuevos recortes, nuevas leyes represoras. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se arruina nuestro futuro y se nos condena por quejarnos.
Ahora mismo la prioridad además de organizarnos más y mejor, pasa por desactivar las medidas represivas que se nos quieran imponer. No podemos permitir los ataques a la libertad de expresión, de manifestación, de opinión o de comunicación. No podemos permitir el aislamiento y el olvido de la gente que ha sido detenida y encarcelada por luchar. Debemos ejercitar la solidaridad con quienes sean nuestros compañeros de lucha. Debemos agitar y actuar para extender la concienciación de otros sectores populares que acaben de comenzar en la lucha social. Es necesario más que nunca convertir todas las protestas sociales en movilizaciones de masas. Es necesario tomar conciencia de la necesidad de organización para que nuestro movimiento pueda ser algún día decisivo en el curso de la vida política y social de este país. La dispersión y atomización nos hace débiles, permite que se nos pueda aislar, dividir y enfrentar.
Este sistema debe caer.

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